martes, 27 de junio de 2017

Miro como te muerdes los labios
y te recuerdo
que soy un diente anclado en un cuerpo,
y que hoy, aun no he amado,
pero si Usted quiere podemos amarnos
como los niños y sus cometas
llegando hasta las nubes,
como una pareja de adolescentes,
mirando al suelo, por si acaso,
como Usted quiera si le digo que tengo algún año
pero que ninguno sobra,
mi corazón palpita todas las noches
cuando lo dejo encima de mi mesita
y me mira y dice que podemos amarnos
por la mañana
por la tarde, la noche, o de madrugada
a tu lado
o en el mío, que siempre estorba.

domingo, 18 de junio de 2017

Soy de aquellos que sueñan,
antes que besan,
pero cuando beso, es sincero,
soy de aquellos que siempre andan cinco centímetros sobre el suelo
pero cuando bajo, me quedo
y cuando no puedo bajar, también me quedo.
Soy de aquellos,
como los otros aquellos
somos tantos,
como tanto nos queremos,
y sin embargo, no te conozco,
aunque siempre te pienso.
Soy de aquellos, capaces de mover el mundo
o dejarlo quieto,
si te acercas en silencio, a mi hombro,
y si no te acercas, yo también me quedo quieto en silencio.
Soy de aquellos, que aun apuñalado, sigue queriendo
y siempre tiene un buen recuerdo,
o un rato de olvido,

en las nubes, en un sueño, en el suelo o en el cielo.

lunes, 12 de junio de 2017

Cosía todos los días,
en ocasiones aguja sobre la boca
en otras en la tela.
Tenía las manos tristes y los ojos alegres,
las horas todas ocupadas, por un plato de sopa,
algunos gritos
y esperando que alguien visitara su corazón.
Durante las noches la aguja, se quedaba en las nubes
enhebrando  sueños
y buscando a sus niños,
fue a buscar pan y encontró hambre
una vez hambrienta,
seguía con la aguja entre las manos
lejos de casa, pero cerca de los suyos
pidiendo por la vida, que no era la suya sino la de ellos.
Cosía sus dedos y media sus besos
en la misma proporción que los sueños
y era capaz de organizar un baile sin nadie
y bailaba porque quería
y reía, porque era ella,
la reina de las agujas que cosía sus lloros en la almohada,
pero seguía dando a cada hilo su aguja,

a cada aguja su sueño.

jueves, 8 de junio de 2017

Una mirada al mar, es un golpe de suerte
luchar contra las olas,
un ejercicio de supervivencia,
aún teniendo lo pies en el aire,
la sal me aferra a la tierra.
Una mirada al mar
es ser niño otra vez, hacer castillos de arena,
jugar con la espuma en la orilla,
desnudos como empezó la vida
o vestidos como en ocasiones termina.
Mirando al mar  me dijiste,
tengo cena para uno,
cama para dos
y besos para tres
y el orden ya está establecido.
Mirando al mar,
el Sol se acuesta a lo lejos,
como el borracho en la barra de su taberna,
se queda suspendido de los sueños.
Donde terminaría la tierra sin mar,
acaso cerca de tus labios

buscando el sabor a sal.
Podría dibujar tus rizos negros
pero ahora los sueño
cerca de la almohada, donde se secan los ojos.
Podría recordar cómo fue todo
y como fue nada,
ahora toca olvidar, cada mañana y
en la nota más triste del pentagrama que escribí hace años,
levantar los pies y ponerlos en la calle
e intentar que anden solos.
Podría cambiar, tal vez no merezca la pena
podría no ser el mismo,
ya no lo soy
y tampoco cambiaria nada,
Podría ser diferente, pero no sería yo
sería el otro.
Podría no hacer nada. O hacerlo todo,
o hacer las dos cosas a la vez que es posible,
Podría volver la mirada atrás,
si tuviera cuello.
Pero la suerte la escribí, estando yo boca abajo
y hacia arriba eran las estrellas.
Te abrazaste a lo más fácil,

te soltaste en el momento más difícil.
Quiero que sepa Usted, que me gusta repartir abrazos,
aquel que pide,
al que sufre,
al alegre,
al enfermo, al pobre,
al rico, aunque se los guarde en el bolsillo,
al enamorado, aquel que es capaz de desenamorarte también,
al que se alegra de su tristeza,
inclusive aquel que recibe muchos abrazos
y por supuesto al que nunca recibe,
al estúpido
al simpático
y al simpático, que siempre es un estúpido.
Me gusta repartir abrazos
a Usted que lee estas letras
si pudiera estar mas cerca, se los llevaría puestos
y le daría un beso también,
me gusta repartir tantos abrazos

que he perdido los brazos.
Tenía el olor a la tierra húmeda
de los campos del abuelo
y las arrugas de la misma tierra,
la comida siempre caliente y la boca fresca,
una flor en el pelo,
una pena en el pecho,
un peso en la espalda,
pero siempre caminaba recta.
Así es mi tierra los días de cosecha
cuando no había, solo existía hambre
cuando había, se vendía, venia el señorito, y seguía el hambre.
Pero siempre tenía una sonrisa la abuela,
hacia pajaritos de papel con el aire
y todos con la boca abierta,
capaz de tragarse una tormenta.
Ella nos dejó,
pero quedó, la tierra
cada piedra me recuerda a ella,
puedes mirar al horizonte y ver que no termina el mundo,

bajas la mirada y no hay nada.