A ti Dorita, llevo
diez días buscándote.
El porque del adiós,
es un cerrar los
labios, sin darte cuenta,
acostarse los ojos
entre las nubes y sus tormentas,
es una lágrima
descender por la mejilla y descansar
en el suelo,
un reloj con el
fondo blanco y las manecillas quietas,
una parada de tren
sin estación abierta,
un vuelo rápido,
sin paracaídas,
un beso suspendido
en el aire, sin retorno,
quedarme solamente,
solo,
unas sábanas blancas
cubriendo el precipicio
en el que hemos
convertido este mundo.
El por qué de los
adioses,
cuando yo quiero
saber de ti
y mejor si pudiera
saber a ti,
ahora que habíamos
descubierto los sabores que hay entre nosotros,
vainilla y chocolate
los días de risas,
el beso a fresa,
a café el silencio,
y a turrón las
despedidas.
El porque del adiós,
está escrito deprisa.