Tuvimos que
instalar semáforos en los pasillos,
colocar una
señal de STOP en la puerta de entrada
y alguna
dirección prohibida en las habitaciones,
al final la
casa se convirtió intransitable,
sobre todo
cuando sonaba el claxon de noche,
era subir las
persianas
y ese pellizquito
de aire era vida
este vendaval
es presagio de una niebla mortecina.
Eramos un
perfecto manual de circulación vial,
pero sin saber
utilizar los frenos
y aprendimos a
conducir sin luces,
nuestros cinturones
de seguridad, eran los abrazos
y ya me dijeron
más de tres veces
que tu
compañía no me convenía
y yo, lo negué
como más de cien,
no pretendía
ponerle barrotes al corazón,
no quiero, no,
no me gustan
los pájaros en sus jaulas
y de las
jaulas me gustan aquellas
que no tienen
puerta.
Dejaremos los semáforos
en ámbar.
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