viernes, 7 de octubre de 2016

El coche de mi vida.


Tuvimos que instalar semáforos en los pasillos,
colocar una señal de STOP en la puerta de entrada
y alguna dirección prohibida en las habitaciones,
al final la casa se convirtió intransitable,
sobre todo cuando sonaba el claxon de noche,
era subir las persianas
y ese pellizquito de aire era vida
este vendaval es presagio de una niebla mortecina.
Eramos un perfecto manual de circulación vial,
pero sin saber utilizar los frenos
y aprendimos a conducir sin luces,
nuestros cinturones de seguridad, eran los abrazos
y ya me dijeron más de tres veces
que tu compañía no me convenía
y yo, lo negué como más de cien,
no pretendía ponerle barrotes al corazón,
no quiero, no,
no me gustan los pájaros en sus jaulas
y de las jaulas me gustan aquellas
que no tienen puerta.

Dejaremos los semáforos en ámbar.

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