Nadie.
Nadie vendrá a
rescatarme,
a buscarme.
Nadie llamará,
tampoco Nadie,
morderá mis labios,
acariciará mis
sueños
ni tirará, un puñado
de tierra
allá en mi fosa
común,
Nadie.
Porque yo soy,
al final, Nadie.
Nadie vendrá
a rescatarme de
la barca de Caronte
ni leerá la sección
de sucesos de la prensa
salvo para apoyar
la taza de café.
Nadie recordará
mi callejón oscuro
aquel, que me quitó
la vida
y me regaló el
primer beso,
una noche de Luna.
Nadie reconstruirá
mi rompecabezas,
con sus piezas
rotas, mojadas
y viejas
y son tantas que
desconozco su orden.
Nadie me quitará
esta última copa,
salvo que el carmín
rojo de tus labios,
se convierta en
verde aceituna
y calme mi sed
en tu boca.
Nadie.
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