Y cuando no ocurre
nada,
tú, de repente
me coges las manos
y esa muralla que
son mis labios,
se desmoronan delante
de tus ojos
como si fuera un
castillo de arena,
aunque ya no tengamos
playa.
Dejamos pasar los
días,
pensando que nunca
sucede nada
y si algo tuviera
que ocurrir que sea ver tu mirada,
contemplar tu sonrisa
más larga
y las lágrimas
dejarlas olvidadas.
Como cuando tú,
me dices te quiero
y yo miro la hora,
pensando que cuando
entres por la puerta
voy a sellarla
con mi boca,
para no escaparte
de mi vida.
Y luego dirán que
nuestro amor era de cortesía
aun cuando tú te
alejas y sin llegar abrir la puerta
yo salgo a despedirte,
con mi silla de ruedas.
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