Capítulo
I. Visita de la Señora Laura Méndez.
Siempre he pensado
que las cosas, hay que hacerlas en su momento oportuno, dejar las cosas
pendientes, es como tener una deuda con tu alma, por eso aquel polvo de aquella
noche, supuso pagar la deuda contraída hace mucho tiempo conmigo, aunque se repitiera
durante tres largos meses, una vez decidido que aquello no podía seguir mas,
encontré otros motivos, para seguir averiguando porque aquel viejo me saludaba
todas las mañanas, sosteniendo su copa de brandy, entre sus dedos negros y
largos, marcados por las señales del tiempo y el abuso dado a la vida.
Tampoco sabré
nunca, con toda seguridad cual es siempre el momento oportuno, pero tres meses
si lo fueron, o por lo menos eso es lo que presagié.
Tenía la mesa
llena de papeles, había olvidado organizar ciertas asuntos y la taza de café
estaba fría, tenía tanta prisa que no pensaba levantarme a calentar el café y
me apresuré a organizar la mesa, eran las nueve menos diez de la mañana y tenía
una cita a las nueve y pretendía dejar la mesa lo más ordenada posible. Pensaba
, con lo maniático que soy del orden, de
los folios bien puestos, las carpetas archivadas por asuntos, los bolígrafos y
lápices en línea recta, como había dejado así la mesa, pero con la misma facilidad que fijaba el
orden, permitía durante un par de días el mayor desorden, una vez arreglado
volvía todo a la normalidad. La luz entraba por la ventana con la nitidez
suficiente para dejar al descubierto, cualquier señal de polvo o suciedad, pero
estaba todo impoluto, había pasado con excelente nota cualquier revisión de
limpieza. Mantenían el color blanco de los muebles un orden y claridad que en
ocasiones cuando los días eran muy luminosos molestaba. Mi mesa no estaba
acorde con el resto de la decoración utilizaba la mesa de madera isabelina de
mi padre, después de algunas operaciones de estética y algún arreglo, pero
tenia arañazos que todavía cuando los veo dudo que fueran míos, en fin así
parece que trabajamos todos juntos en los momentos difíciles.
Ana era muy metódica
en su trabajo llevaba la agenda del día y el orden de la consulta de tal forma,
que me permitía despreocuparme en multitud de ocasiones de las cuestiones
cotidianas. Mi padre en su día, siempre tenía una frase para esta
situación -es necesario para un buen
funcionamiento de un Juzgado tener un Secretario eficaz, quizás pensaba
inculcarme el amor por las leyes, pero opte por las leyes de la naturaleza, en
lugar de las redactadas por los humanos.
Llamaron a la
puerta.
-
Señor
Rafael, tiene visita, la Señora Laura Méndez.
-
Está bien hágala, pasar, por favor llévese
esta taza de café frio y caliéntela, pero no mucho, ah y dígale a la Señora
Laura si quiere tomarse algo.
-
De
acuerdo Señor.
Hacia unos
días recibí la llamada de mi amigo Luis, indicándome si podía atender un asunto
de vital importancia que tenía una amiga muy querida por su parte, no podía decir
un no a Luis, manteníamos una relación de amistad, desde la infancia, en algún
momento se separaron nuestras vidas, entre sus tres matrimonios y ninguno mío,
y entre los juegos de sus niños y yo que no tengo ninguno, hacía que no
coincidiéramos en ciertas ocasiones, de todos modos siempre intentábamos buscar
un hueco o para un café corto o un almuerzo largo.
Luis era de complexión grande y según los
meses, le sobraban kilos en exceso y abierto de habla, en esas conjeturas
siempre suele ser agradable mantener una conversación con alguien así, aunque al final siempre le
recriminaba el exceso apego que tiene por el cotilleo y los temas personales,
yo quizás por mi profesión y vivir solo, mantengo esa línea entre lo
interesante o no dentro de los asuntos personales de cualquier persona, hay
cosas que me interesan, aun interesándome las dejo ahí como una nube incapaz de
moverla el aire. A él, siempre le interesaban los detalles más profundos de mis
consultas, y yo le decía que es secreto profesional, que no te cuento nada, el
se reia, porque en muchas ocasiones al final, si le contaba algunos temas que
sabia serian de su agrado, soltaba su carcajada de hombre bonachón, -menudo
cabron estas echo tú- .
Las consultas al psiquiatra se convierten en
confesiones de delirios de multitud de situaciones que hacen………..
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