viernes, 20 de noviembre de 2015

Capítulo I.  Visita de la Señora Laura Méndez.

Siempre he pensado que las cosas, hay que hacerlas en su momento oportuno, dejar las cosas pendientes, es como tener una deuda con tu alma, por eso aquel polvo de aquella noche, supuso pagar la deuda contraída hace mucho tiempo conmigo, aunque se repitiera durante tres largos meses, una vez decidido que aquello no podía seguir mas, encontré otros motivos, para seguir averiguando porque aquel viejo me saludaba todas las mañanas, sosteniendo su copa de brandy, entre sus dedos negros y largos, marcados por las señales del tiempo y el abuso dado a la vida.
Tampoco sabré nunca, con toda seguridad cual es siempre el momento oportuno, pero  tres meses  si lo fueron, o por lo menos eso es lo que presagié.
Tenía la mesa llena de papeles, había olvidado organizar ciertas asuntos y la taza de café estaba fría, tenía tanta prisa que no pensaba levantarme a calentar el café y me apresuré a organizar la mesa, eran las nueve menos diez de la mañana y tenía una cita a las nueve y pretendía dejar la mesa lo más ordenada posible. Pensaba , con lo  maniático que soy del orden, de los folios bien puestos, las carpetas archivadas por asuntos, los bolígrafos y lápices en línea recta, como había dejado así la mesa,  pero con la misma facilidad que fijaba el orden, permitía durante un par de días el mayor desorden, una vez arreglado volvía todo a la normalidad. La luz entraba por la ventana con la nitidez suficiente para dejar al descubierto, cualquier señal de polvo o suciedad, pero estaba todo impoluto, había pasado con excelente nota cualquier revisión de limpieza. Mantenían el color blanco de los muebles un orden y claridad que en ocasiones cuando los días eran muy luminosos molestaba. Mi mesa no estaba acorde con el resto de la decoración utilizaba la mesa de madera isabelina de mi padre, después de algunas operaciones de estética y algún arreglo, pero tenia arañazos que todavía cuando los veo dudo que fueran míos, en fin así parece que trabajamos todos juntos en los momentos difíciles.
Ana era muy metódica en su trabajo llevaba la agenda del día y el orden de la consulta de tal forma, que me permitía despreocuparme en multitud de ocasiones de las cuestiones cotidianas. Mi padre en su día, siempre tenía una frase para esta situación   -es necesario para un buen funcionamiento de un Juzgado tener un Secretario eficaz, quizás pensaba inculcarme el amor por las leyes, pero opte por las leyes de la naturaleza, en lugar de las redactadas por los humanos.
Llamaron a la puerta.
-          Señor Rafael, tiene visita, la Señora Laura Méndez.
-              Está bien hágala, pasar, por favor llévese esta taza de café frio y caliéntela, pero no mucho, ah y dígale a la Señora Laura si quiere tomarse algo.
-          De acuerdo Señor.
Hacia unos días recibí la llamada de mi amigo Luis, indicándome si podía atender un asunto de vital importancia que tenía una amiga muy querida por su parte, no podía decir un no a Luis, manteníamos una relación de amistad, desde la infancia, en algún momento se separaron nuestras vidas, entre sus tres matrimonios y ninguno mío, y entre los  juegos de sus  niños y yo que no tengo ninguno, hacía que no coincidiéramos en ciertas ocasiones, de todos modos siempre intentábamos buscar un hueco o para un café corto o un almuerzo largo.
 Luis era de complexión grande y según los meses, le sobraban kilos en exceso y abierto de habla, en esas conjeturas siempre suele ser agradable mantener una conversación  con alguien así, aunque al final siempre le recriminaba el exceso apego que tiene por el cotilleo y los temas personales, yo quizás por mi profesión y vivir solo, mantengo esa línea entre lo interesante o no dentro de los asuntos personales de cualquier persona, hay cosas que me interesan, aun interesándome las dejo ahí como una nube incapaz de moverla el aire. A él, siempre le interesaban los detalles más profundos de mis consultas, y yo le decía que es secreto profesional, que no te cuento nada, el se reia, porque en muchas ocasiones al final, si le contaba algunos temas que sabia serian de su agrado, soltaba su carcajada de hombre bonachón, -menudo cabron estas echo tú- .

 Las consultas al psiquiatra se convierten en confesiones de delirios de multitud de situaciones que hacen………..

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